Yoel Diaz Galvez aprendió a dibujar al mismo tiempo que aprendió de memoria la mayor creación de Dios, el hombre. Lo aprendió por dentro y por fuera, con una pasión vital, muscular, nerviosa. El como artista prematuro no perdía el tiempo y con cada trazo se consagraba al arte en un irreversible sacrificio, viviendo como todos, quería hablar de la vida, de la suya y como artista al fin, de la de todos. En algún momento de su vida cruzo una frontera que los demás no sabemos dónde queda, pero si lo saben Miguel Ángel, Rodin, Lucían Freud, digo estos porque hablaban también el lenguaje del cuerpo, un idioma difícil de aprender. Yoel entro en ese país donde todo lo que existe, es arte. Yo no sé cómo es ese lugar, pero puedo sentirlo cuando estoy frente a su obra.
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